Tus ojos penetraban más en mi mirada con cada rayo de sol que caía del cielo pronunciado por el Gran Dios.
Echado en la toalla, bocabajo, con los ojos cerrados, la mirada serena y tranquila, disfrutando de los primeros rayos de la mañana en la playa, tu cabello meciendose con el viento, tu moreno brillando con la luz del azul claro del cielo y contrastando con el azul oscuro del mar.
El aullar del oleaje, el murmullo de la gente al pasar, yo apoyada en la toalla con el brazo izquierdo en mi cabeza, mirandote y con mi mano entrelazada a la tuya desde hace unos minutos.
SÍ! Tú eres el pensamiento más bonito de mi vida.
Sí! Gracias por tus miradas.
Sí! Te quiero.
¡¿Te vuelves conmigo al país del mar y la tranquilidad?!
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